Seguro que todos habréis visto infinidad de veces esta imagen:
Como ya sabréis, se trata de la Creación de Adán (1508-1511, 280 X 570 cm ), fresco de uno de los más grandes artistas del renacimiento italiano: Miguel Ángel Buonarroti. Pero, ¿conocéis su verdadero significado?
La obra fue un encargo del Papa Julio II para la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina (1475-1481) en los palacios vaticanos. La bóveda era una estructura de 40 metros de largo por 13 de ancho y Miguel Ángel tardó 4 años en concluir su trabajo en ella. Junto a los suyos, también encontramos frescos de otros pintores que brillan en esta época, como Sandro Botticelli, Luca Signorelli, Perugino, Pinturichio y Ghirlandaio.
La Creación de Adán ilustra el episodio bíblico del Génesis (libro del Antiguo Testamento) en el cual Dios le da vida a Adán, el primer hombre en la Tierra. Cronológicamente es el cuarto de los paneles que representan episodios del Génesis en el techo de la capilla y uno de los más reconocidos a día de hoy. Como consecuencia, no son pocas las hipótesis que encontramos a cerca del verdadero significado del fresco y lo que Miguel Ángel trataba de plasmar en él.
Partamos de lo básico...
En la imagen se aprecian dos figuras principales. Por un lado, Dios es representado como un hombre anciano con barba envuelto en una alborotada túnica color púrpura, la cual comparte con unos querubines. Está rodeando con su brazo izquierdo a una figura femenina, quien normalmente es interpretada como Eva. Ella no ha sido creada aún y, en sentido figurado, espera en los cielos a que le sea dado un lugar en la Tierra. El brazo derecho de Dios se estira para impartir la chispa de vida de su propio dedo al de Adán, la segunda figura de la que hablaba, cuyo brazo izquierdo se encuentra en idéntica posición al de Dios. Es famoso el hecho de que ambos dedos están separados por una distancia minúscula. ¡Incluso hay gente que lo lleva tatuado en su cuerpo!
A partir de aquí existen varias teorías que apuntan a un simbolismo oculto en la pintura. Una de las más populares es la del médico Frank Meshberger, a finales del siglo XX. Meshberger especula que la especie de cúpula o manto que recubre a Dios y a sus ángeles es, en realidad, la representación casi exacta del cerebro humano, con arterias, glándulas y nervios ópticos.
Esto vendría a significar que Miguel Ángel interpretó a Dios no sólo como Poder Supremo que otorgó vida a Adán, sino como aquel que dotó al hombre de una inteligencia suprema. El médico fundamenta su hipótesis en la faceta de Miguel Ángel como anatomista. Recordemos que el artista sentía pasión por el estudio de la anatomía. Tal era su inquietud, que a los 17 años diseccionaba cadáveres de forma clandestina, pues era una actividad condenada por la Iglesia Católica.
Goreng (profesor de la Licenciatura en Conservación y Restauración de Bienes Culturales del Instituto Universitario Nacional del Arte en Argentina) se muestra de acuerdo con esta teoría y además aporta un dato. Afirma que en la figura se ve, además, un ángel triste, “la única expresión de tristeza que aparece en toda la bóveda que además está situado justo en la zona del cerebro que se activa cuando alguien tiene un pensamiento triste”.
También hay que tener en cuenta que el siglo XVI fue una época en la que tanto la religión como la ciencia creían tener la verdad absoluta. Quizás lo que el artista pretendía decir era que ambas, religión y ciencia, eran parte de algo tan complejo como el cerebro humano.
En cualquier caso, son muchos los mensajes que parece que dejó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y que el paso del tiempo no ha logrado desgastar. Detalles ocultos cuyo significado nunca será algo definitivo.